viernes, 7 de mayo de 2010

Dolor vampírico

Desperté, todo me daba vueltas.
La había cagado, y cagado bien cagada.
Miré a mi alrededor.
Típica celda mugrienta de cualquier lugar perdido en el mundo.
Maravilloso.
Y lo peor: argollas de plata.
Y soy una vampira.
La plata no mata a los vampiros, simplemente los deja inmovilizados.
Bien, Nadia, analiza la situación. Inspira, expira, inspira, expira.
¡Otra vez encerrada! Dentro de poco tiempo aparecerá un vampiro para preguntarme sobre algo.
¡¡Oh!! ¡¡Mierda!! Seguro que no aparece un vampiro, seguro que aparece Sam.
Intenté moverme ¿Olvidé decir que la plata también nos produce dolor?
¡Adiós a mis muñecas! Estaban totalmente quemadas por la plata. Bueno, esto tenía una ventaja, como ya había estado allí encerrada, sabía la clase de gente que allí se gastaba.
-¡¡Oye!! ¿Os importaría aflojarme las argollas? ¡Y ya que estáis traedme un aperitivo!-exigí gritando a pleno pulmón.
Fue cuestión de segundos que Sam hiciese su aparición. Me levanté, estaba sentada en el suelo, ignorando completamente el dolor y el quemazón; y pasando por alto que no pudiese mover las muñecas.
-Hola, querida amiga.
-Hola, Sam. ¿Qué tal te va la vida?.
-Dejémonos de presentaciones, vamos a lo que vamos.¡¿Dónde está?!
-¿Dónde está? ¿Quién?
-¿Donde esta La Cura?
-No es una cura-dije apaciblemente-solo es una sustancia que…
-¡Se perfectamente lo que es!¿¡Dime donde esta!?
-¡Nunca! Si no te lo dije hace unos años no te lo voy a decir ahora. Ya he probado todas vuestras torturas, no os temo.
-Oh! Hemos mejorado nuestros métodos. Ahora podemos matarte con rapidez, y no dudes en que lo haremos…
-Pero si me matáis perderéis la única pista que os acerca a mi descubrimiento. Y…¿Dónde está mi aperitivo?
-No hay sangre hasta que no hables.
¿Qué? Vale…podía pasar por alto el secuestro, las argollas, la plata y la celda ¡¡pero no que me dejaran sin snagre!!
-¡¡Sam, Sam, Sam!! No voy a ladrar porque me amenazas, hace falta algo más…fuerte.
-Oh…no te preocupes, habrá cosas más dolorosas, querida, mucho más dolorosas…
No me gusto como dijo “mucho más dolorosas” Sam se fue, pero no tardo en volver, esta vez con unos amiguitos, y con otra cosa que no me gustó nada.
Jeringuillas.
Sam debía saber perfectamente que no me puede hacer daño con una vulgar jeringuilla. Sabe que da igual que me drogue, que intente matarme con una inyección letal o que me vacune contra la gripe: no me va a hacer na-da.
Pero si sabe todo eso…¿Por qué tienen esos vampiros jeringuillas?
Algo no encajaba, algo se me escapaba, algo muuuuuuuuuuuuuuuy gordo.
-Dadle las dosis que sean necesarias hasta que hable.
¡Oh, oh! ¡¡Auuuu!! Eso que me iban a hacer me dolería, y me dolería mucho. E iba a confesar de dolor…
Se acercó un tío, ¡¡era enooooooooooorme!!
Me clavó la aguja en el brazo.
Sentí como un quemazón me subía por el brazo, el quemazón aumentaba, cada vez mas y mas. Intenté no gritar. Era insoportable. No pude aguantar más; grité.
-¡Sam! ¿Qué demonios es esto?-gruñí
-Plata fundida
-¿Plata fundida? Me vas a matar en una de estas-chillé. Como dolía, como quemaba. ¡¡Como estaba sufriendo!!
-¿Dónde está La Cura?-No contesté-Otra dosis, chicos.
Miré mi brazo derecho, justo donde uno de los vampiros me había inyectado la plata. La marca de la aguja había desaparecido completamente.
Aullé de dolor.
Sam habrió la boca para preguntarme.
-No-contesté antes de que Sam pudiese hacerme la pregunta.
-Otra dosis. Hablará, puede que tarde, pero hablará.
Grité. ¿Cómo podía ser tan animal? ¡¡Me estaba metiendo plata en el cuerpo!! Eso a lo mejor si que podía matarme.
-¡No te voy a decir nada!-vociferé
-¡Que tozuda eres! Podías dejar de sufrir ahora mismo, y en cambio prefieres el dolor. Otra dosis.-Cuándo comencé a sentir el dolor, la vista se me nubló, me sentía débil muy débil-¿Vas a hablar?
Negué con la cabeza.
-Más dosis.
Negué un montón de veces, y por cada negación: “Otra dosis”
A la séptima dosis no pude negarme.
No confesé.
Sam me hizo la pregunta
-¿Dónde está La Cura?
Elegí ese momento para perder el conocimiento



Esto lo ha escrito:
Iree